El cáncer de mama es una de las dolencias que afectan a la mayor cantidad de mujeres en el mundo entero. De acuerdo a investigaciones realizadas durante años se consolidó la idea de que con un diagnóstico temprano la enfermedad puede ser tratada con mayor eficiencia y por consiguiente la muerte de la paciente es menos probable.
Sin embargo, se ha observado que existe un cierto rechazo a las actividades preventivas, situación que se considera vinculada con el temor del paciente a enfrentarse a problemas de salud. Además, específicamente, el cáncer de mama connota aspectos particulares, por ser la mama un órgano con una representación cultural, psicológica, sexual y afectiva muy compleja.
Al ser diversas las situaciones con las que uno se enfrenta al realizar actividades preventivas, existen parámetros sociales y culturales que exceden lo cuantificable. En este caso puntual, esto se traduce en: negativas de mujeres a ingresar a los programas, abandono de los mismos o deserciones, la persistencia de un grupo muy importante de damas que continuaban presentándose a consultas con cánceres avanzados y la alarmante resistencia del público en general ante el accionar de grupos que hacen campañas de concientización en la vía pública.
A partir de la evaluación y el análisis realizado en el período 2002-2011 por el Departamento de Extensión Comunitaria de EMC, se vio la necesidad de centrar la atención en la educación para la prevención; enmarcándola en la educación sexual en las niñas adolescentes que es la etapa en la que comienzan a indagar sus cuerpos y cuestionar sobre la sexualidad. Este es un momento crucial donde se debe dar un encuentro madre-hija, en el que se debe estimular a las adolescentes a preguntar a sus madres sobre la prevención del cáncer de mama, a la vez que hacerlas perder el miedo desde niñas sobre la enfermedad y crearles el hábito de una búsqueda de cualquier forma sospechosa que perciban como un cambio en sus cuerpos a partir de la pubertad en adelante